⚽ Maldita final
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Historias, links y datitos.
Por: Bruno Correa
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Esta tarde, desde las 17 (de Argentina) se juega en el Maracaná de Río de Janeiro la final de la Copa Libertadores. Boca va por su séptimo título, Fluminense por su estreno. Transformado en un evento global, el partido será televisado para todo el planeta. De ahí su horario, antinatural para quienes vinculamos a este torneo con la noche.
Es que, muy probablemente, la Libertadores es el torneo de fútbol más pedregoso del mundo. Canchas difíciles, equipos duros, localías intensas, arbitrajes dudosos. Y todo ello amparado en el manto de la noche, dueña y señora de las historias más memorables del fútbol sudamericano.
La Copa que definieron aquel 17 de junio de 1992 mi amado Newell's y el poderoso San Pablo era muy distinta a la Libertadores actual. Para empezar, la jugaban muchísimos menos clubes: 21. La selección era extremadamente elitista, sólo jugaban campeones y subcampeones de cada país. En el caso de Argentina, accedió la Lepra por ganar la Temporada 1990/91 a Boca en aquella recordada final de barro y penales en la Bombonera, y San Lorenzo vía Liguilla (venciendo también a Boca en la final).

Newell's antes de jugar con Defensor Sporting en el Centenario de Montevideo.
El torneo duraba mucho menos, también. Comenzó en febrero con la primera ronda de cinco grupos, cuatro de ellos integrados por cuatro equipos y uno por cinco, ya que incluía al campeón vigente (el Colo Colo de Chile), y terminó a mediados de junio. Cuatro meses intensos.
A Newell's le tocó justamente aquel grupo de cinco clubes con el campeón adentro. Otra curiosidad de aquella época: los grupos emparejaban a los equipos de dos países. La Lepra y San Lorenzo iban a enfrentarse entre sí y con los equipos chilenos (además del Colo Colo, la Universidad Católica y el Coquimbo).
El resto de los grupos enfrentaba a brasileños, Criciúma y San Pablo, con bolivianos, Bolívar y San José; a ecuatorianos, Barcelona y Valdez, con venezolanos, Sport Marítimo y Universidad de Los Andes; a colombianos,
Atlético Nacional y América de Cali, con peruanos, Sporting Cristal y Sport Boys; y a paraguayos, Cerro Porteño y Sol de América, con uruguayos, Nacional y Defensor Sporting.
El filtro para pasar a la siguiente ronda de play-off era generoso: del grupo de cinco, pasaban cuatro, y de los grupos de cuatro, pasaban tres.

El Beto Acosta nos metió tres goles en el fatídico 6 a 0.
Mi Newell's arrancó mal. Báh, arrancó pésimo. San Lorenzo le metió seis goles en el Parque Independencia una noche endiablada del Beto Acosta, que hizo tres. El equipo que dirigía Marcelo Bielsa -que ya era El Loco- se caracterizaba por su intensidad y su buena defensa, con Gamboa y Pochettino en la zaga, pero esa noche fue un desastre.
El equipo se recuperó. Le ganó 3 a 0 a Coquimbo y 3 a 1 al campeón Colo Colo, siempre en Rosario; viajó a Chile para empatar 1 a 1 con la Católica, se vengó de San Lorenzo con un módico 1 a 0 y volvió a ganarle al Coquimbo, ahora de visitante, 2 a 1. Cerró el grupo con empates con Colo Colo en Santiago y con la Católica en Rosario. Clasificó primero.
En octavos se sacó de encima al Defensor Sporting uruguayo con un 1 a 1 en el Centenario de Montevideo y un 1 a 0 en Rosario. En cuartos se volvió a topar con San Lorenzo, pero ahora la cosa era distinta: esta vez goleó la Lepra en Rosario, 4 a 0. En Buenos Aires empataron 1 a 1. A semifinales.

La tapa de El Gráfico después de la batalla en Cali.
Las semifinales con el América de Cali fueron una batalla. Uno a uno en Rosario, mismo resultado en Colombia. Se patearon 26 penales, en una tanda interminable y tortuosa que vi por televisión en mi casa con mis viejos. No recuerdo exactamente cómo ese Bruno que todavía no tenía nueve años sobrevivió a semejante tortura. Cuenta la leyenda que el argentino Jorge Balbis, un aguerrido defensor surgido de Rosario Central, jugó con la camiseta del Canalla debajo de la del América, pero erró su penal en la maratónica definición y no pudo cometer la burla. Gustavo Raggio metió su segundo penal y Scoponi se lo atajó a Orlando Maturana. 11 a 10 ganó la Lepra en los penales y pasó a la final. Lo esperaba el San Pablo de Telé Santana, un equipo mítico.

El Tata Martino y Raí, en el Morumbí antes de la final definitiva.
De aquellas finales podría recurrir al archivo para ser preciso, pero no quiero. Prefiero ir a mi memoria y contarte qué sintió ese nene leproso en la que fue una de las noches más tristes de su infancia.
Newell's ganó la ida 1 a 0 en Rosario. La vuelta, en el Morumbí (ya el nombre metía miedo) fue una semana después, el miércoles 17 de junio de 1992.
La cosa empezó mal. Un corte de luz generalizado nos dejó sin poder ver el partido por televisión. En la cocina y a la luz de una vela, lo escuchamos por la radio a pilas con mi mamá y mi papá.
Newell's soportó el asedio de un equipo maravilloso que tenía a Cafú, Raí, Müller y el goleador Palhinha. Fue Raí el que metió el gol necesario para San Pablo a los 20 del segundo tiempo. A los penales.
Yo creía que Newell's era invencible. Que nada podía salir mal. Lo había visto ganarle al poderoso Boca en la Bombonera, también por penales. El torneo Clausura, que se jugaba en paralelo, lo tenía puntero con una sola derrota, contra Estudiantes en La Plata, cuando la vorágine de jugar dos torneos al mismo tiempo lo hizo flaquear.

Bueno y éste soy yo, con mi primera camiseta de Newell's, de piqué, hermosa.
En mi cabeza Newell's no podía perder. De cualquier manera, maniatado por los nervios, le pedí a mi mamá no escuchar la tanda de penales. Nos fuimos al patio, refugiados en el inicio de la escalera que llevaba a la terraza. Mi papá se quedó en la cocina siguiendo la definición.
El recuerdo es terrible. Solos en la completa oscuridad de una noche de apagón, mi mamá y yo. Supongo que ella preocupada por Newell's, pero mucho más por ese hijo de ocho años carcomido por el nerviosismo.
Lo que pasaba en San Pablo, tan lejos, era una incógnita que el griterío de los vecinos llevaba al límite de la confusión. ¿Quién celebraba? ¿Un vecino de Newell's o uno de Central? ¿Quién gritó ese "gol"? ¿Y ese "vamos"?
Hasta que un último grito rompe la noche, se escuchan algunas bombas de estruendo y mi viejo abre la puerta fiambrera que separa la cocina del patio y lo resume: "Perdió".
Dijo "perdió" y no "perdimos", un detalle que recuerdo ahora, porque en ese momento perdí completamente la cordura. El ataque de llanto, me recordaron luego mis viejos, fue espantoso. No había cómo consolarme. Tirado en la cama pataleando la frustración, arrancándome mechones de pelo de la desesperación. Así que esto es perder.
A la mañana siguiente le pedí a mi mamá que me dejara ponerme mi camiseta de Newell's, la primera que me regalaron, de piqué, hermosa, debajo del guardapolvos para ir a la escuela. En un recreo, con algunas compañeras y compañeros también leprosos dimos una vuelta olímpica por el patio blandiendo, orgullosos, un póster del equipo. Yo me desabroché el guardapolvo y lucí mi rojinegra. Así que esto es perder.

Vi esto por ahí
Futbolistas que ganaron la Libertadores y la Champions League, un muy selecto club. La infografía es de Panenka, la nota completa está acá.

Los anillos especiales de adidas para celebrar los ocho balones de oro de Leo Messi.
El conflicto Israel - Palestina, también en el fútbol, buena nota de Jot Down.

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Bruno.